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lunes, 17 de diciembre de 2012

Capítulo diecisiete


– Toc, toc. ¿Se puede? – Louis reía al otro lado de la puerta.
– Entrad, pasad – Lauren les abrió y les saludó, ruborizándose al abrazar a Niall. – Este es mi hermano Kurt.
Todos sonrieron y le estrecharon la mano, murmurando un “encantado”, “qué tal” y derivados. Pero yo me fijé en Harry, cuya sonrisa se había ensanchado al ver a Sophie y que se convirtió en una fina línea al ver la cintura de ésta rodeada por el brazo de Kurt.

Al otro lado de la habitación, aparentando indiferencia.
Sophie estaba preciosa. Se había hecho algunos tirabuzones en el pelo y su melena rubia caía a un lado de su cara. Le brillaban los labios, fruto de algún lápiz de labios y los ojos estaban enmarcados por una línea azul. Llevaba un chaleco fino, ancho, cuyo tono de azul iba aumentando a medida que bajaba. Unos vaqueros claros rasgados y unas zapatillas a juego con el chaleco completaban el conjunto. Lo único que estropeaba aquella preciosa imagen era la manga verde que asomaba por detrás de su espalda, rodeándola. Pertenecía a la sudadera de un chico moreno, con el pelo de punta que se llamaba… ¿Kurt? Sí, creo que era eso. Ni si quiera aparentaba ser consciente de estar casi abrazando a la chica.
Di dos zancadas cruzando la habitación y me situé frente a ella.
– Hola, bonita – le dije, colocando mis manos en sus caderas.
– Hola, Harry – respondió, imitando mi tono. Bajó la mirada y terminó de abrazarme, desprendiéndose así del brazo del tal Kurt.
Nos separamos justo a tiempo de ver cómo Zayn levantaba la barbilla de Alison y la besaba. Me obligué a apartar la vista de aquella pastelosa visión y mis ojos se encontraron con los de Louis. Él ladeó la cabeza, interrogándome. Quizá había estado pendiente de cómo las emociones se habían ido reflejando en mi rostro. Solía mofarse de mí diciendo que era como un libro abierto y que no podía esconder nada. Sacudí la cabeza, fingiendo que me colocaba el pelo, indicándole que todo estaba bien. Me sonrió, y eso me tranquilizó.
– Bueno, bueno. – la voz de Liam se escuchó por encima de las demás y todos prestamos atención. – ¿A dónde queréis ir hoy?
– Nando’s – Niall sonreía. Esa era siempre su sugerencia.
– Oye, pues sí, a mí me apetece ir también – coincidió Lauren y Niall la besó en la mejilla.
–Por mí bien, la comida está bien y cerca hay bastantes clubs – razonó Sophie y Alison asintió a su lado.
– ¿A Nando’s entonces? – quiso asegurarse Louis.
Todos dijimos que sí, unos con más energía que otros. Salimos de casa de Lauren y me coloqué al lado de Kurt. Iba a darle una oportunidad.
– Eras Kurt ¿no?
– Sí, y tú Harry, ¿verdad? – rió – Mi hermana se pasa las horas hablando de todos vosotros.
– Ah… – no supe qué añadir, así que cambié de tema. – ¿A qué te dedicas?
– Estudio en la universidad y trabajo en una tienda de música.
– ¿Sí? Y ¿tocas algún instrumento? – en realidad era un chico simpático.
– La guitarra eléctrica y un poco el bajo – se encogió de hombros, quitándole importancia.
– Qué guay – admití.
– Siento interrumpir – Sophie había retrocedido hasta donde estábamos y me miraba – pero Harry y yo tenemos una conversación pendiente.
– Cierto – agarré la mano que esta me tendía y sonreí a Kurt – Luego hablamos.

Detrás de todos, caminando
– ¿Has vista la sonrisa que pone Sophie cuando habla con Harry? – me preguntó, entrelazando su brazo con el mío.
– Sí, y también he visto la de él… Y la de tu hermano.
– ¿Qué sugieres, Nialler?
– Nada, nada, sólo comentaba lo que veo…
Dejó estar el tema y se limitó a caminar agarrada a mí, sin parecer darse cuenta de lo que eso me provocaba a mí.
Llegamos a nuestro destino tras caminar un poco más. Zayn, que iba el primero, pidió mesa para los nueve y en seguida nos sentamos en una redonda, Louis el primero, a su lado Harry, luego Sophie, Kurt, Liam, Zayn, Alison, Lauren y yo.
Pedí unas alitas de pollo y Lauren lo mismo, porque decía que segur que si compartíamos no le dejaría ninguna.
– ¿Cómo vas de exámenes? – pregunté para iniciar una conversación inocente hasta que llegara la cmida.
– Bien, bien – dijo sin mucho interés. – El martes que viene es el último y el tiempo que quede lo dedicamos a no hacer nada en absoluto. Se encogió de hombros y estiró el brazo para alcanzar nuestras bebidas.
– ¿No hacéis nada? – me extrañé.
– Bueno, – sorbió por la cañita mientras hacía un gesto con la mano, como quitando importancia a lo que decía – preparamos la fiesta de fin de curso, que es el viernes 8 de junio, en dos semanas, el 17 nos dan las notas y ¡verano!
– ¿Entonces tenéis dos semanas nulas? – pregunté
– No, a ver, damos algo de materia – intervino Alison – pero no es importante, es un poco de refuerzo. ¿Por qué lo preguntas?
– Ah, no, por saber qué hacéis y si es muy distinto a lo que hacía yo antes de presentarme a The X Factor. – mentí. En realidad quería saber si las siguientes semanas eran esenciales para ellas o no.

En otro lugar de la misma mesa
Observaba a mis amigos y medio escucha sus conversaciones, participando de vez en cuando. Kurt, Sophie y Harry discutían sobre estilos musicales. Harry acariciaba la mano de la chica y a ella no parecía importarle, a diferencia de a Kurt, que miraba de vez en cuando en esa dirección ¿molesto? ¿incómodo? No sabría definirlo. Alison y Zayn reían y se decían cosas al oído. A él se le veía feliz como hacía tiempo que no estaba. Louis picaba a Lauren al otro lado de la mesa y Niall se le acababa de unir, pero ella sabía defenderse y tenía salidas para todo. Me reí disimuladamente y saqué el móvil. Tenía un mensaje de Danielle pidiendo perdón por no poder cenar con nosotros, pero diciendo que quizás habría acabado a tiempo para que bailáramos juntos después. Sonreí para mí.
La camarera llegó en ese momento con la comida y las conversaciones medio cesaron. Una vez tuvimos cada uno nuestros platos, les miré y me aclaré la garganta.
– Bueno, chicos, sobre todo las chicas, escuchadme un momento. – comencé. – Tenemos algo que proponeros. Como buenas directioners que sois, sabréis que One Direction está de vacaciones hasta mediados de julio, que es cuando empezaremos a grabar las canciones de nuestro próximo disco.
– ¿Cómo se va a llamar? – interrumpió Lauren, pero Niall la hizo callar. – Perdón, sigue.
– Londres está genial como lugar de vacaciones, – continué – pero no para nosotros, que llevamos viviendo aquí algún tiempo, así que nos gustaría cambiar un poco de aires.
Hice una pequeña pausa para añadir emoción a aquello que me disponía a comunicarles. Todos me miraban, las tres chicas expectantes.
– Los chicos y yo hemos decidido irnos una de las próximas semanas de junio a Manchester – sonreí ampliamente – y queremos que vengáis con nosotros.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Capítulo dieciséis


Viernes después del colegio

– Lauren, cielo, ¿hoy vas a salir? – mi madre asomó la cabeza por la puerta de la cocina.
– Sí, voy con amigos a – en realidad no sabía a dónde iríamos con los chicos, así que opté por la respuesta más sencilla – a la calle.
– ¿Con qué amigos? – típico de mi madre, olvidar que solía salir con la misma gente siempre y ser cotilla.
– Con Alison, Sophie… ya sabes.
Quedó satisfecha y me dejó acabar sola mi comida.
Me encontraba en una situación extraña. Sophie nos había dicho el jueves que cuáles eran nuestros planes para el viernes, muy sonriente. Al poco nos contó que había recibido un mensaje de Harry y que querían quedar con nosotras. Aceptamos sin problemas y fijamos la fecha y la hora. Eso significaba que esa tarde iba a ver a Niall. A mis amigas les encantaba la idea, claro, y cuando les conté que su idea inicial había sido la de quedar solo conmigo y mis dudas respecto a todo lo que sentía, llegaron a la misma conclusión que yo: el miedo (según ellas, irracional en este caso) no conducía a ninguna parte. Tenía que atreverme. En lo que no coincidíamos era en su concepción de lo que iba a pasar entre nosotros esta misma tarde. Alison, feliz como estaba tras haber disfrutado de una fantástica cita con Zayn, quería que yo sintiera lo mismo. Pero yo no estaba segura. Justo cuando mis pensamientos tomaban un rumbo seguro, ese en el que entre él y yo pasaban cosas, mis sistemas de alerta saltaban y algo en mi cabeza me hacía parar y decía “cuidado, te va a hacer daño.” Seguía teniendo miedo de que alguien sacara del caparazón en el que me encontraba, esos muros defensivos que tanto me había costado levantar a mi alrededor.
Recogí mis cosas y me encerré con la música a todo volumen. Sonaba “I’m just a kid”, de Simple Plan. Me dispuse, como cada vez que estaba indecisa, a vaciar mi armario y coloqué toda la ropa sobre la cama. El reloj marcaba las 4. Tenía dos para prepararme.
– Muy bien, Lauren – me dije – Toca derribar esos muros.

A la misma hora, en casa de Sophie.
Las matemáticas se me estaban atravesando. Había conseguido hacer el primer problema, pero el segundo era demasiado difícil para la cabeza de una chica un viernes por la tarde. Sobre todo teniendo en cuenta con quién había quedado dos horas más tarde en casa de Lauren. Forcé a mi cerebro a centrarse en hallar la maldita x. Por fin se hizo la luz en mi cabeza y tras resolverlo, cerré los libros y me dirigí a la ducha. Mi móvil sonó justo cuando pasaba por su lado.
– ¡Hola, Kurt! – respondí. Qué útil era el identificador de llamadas.
– Qué hay, Sue – escuché su relajante voz.
– Nunca entenderé por qué me llamas así – confesé.
– Es más corto, y te pega. – rió – Pero si no te gusta dímelo.
– No, no, es igual, no me molesta. – en realidad me gustaba porque me hacía sentir especial. - ¿Para qué llamabas?
– Hm, sí, quería saber si hacías algo esta tarde.
– Ay, pues sí, he quedado con tu hermana y demás… Lo siento.
– No, no pasa nada, bueno… - el resto de la frase se convirtió en u  murmullo apenas audible.
– Oye, ¿por qué no te vienes? – le corté.
– ¿Con vosotras y vuestros amigos? Lauren no me va a dejar.
– No son amigos cualquiera, son los One Direction. – le dije, y casi pude ver su cara de sorpresa. – Venga, por favor, pregúntale a tu hermana. Quiero verte.
Escuché que se reía. Me dijo que lo hablaría con Lauren y colgó. Guardé el móvil en mi bolso de aquella tarde y me metí en la ducha, con una sonrisa que se negaba a desaparecer de mi rostro.

Algo más tarde, en la habitación de Alison.
Solté el lápiz de ojos al segundo mensaje de WhatsApp que oí que me llegaba. 

Lauren: Tía, mi hermano pregunta que si puede venirse. Sophie le ha dicho que sí.
Lauren: ¿Qué le digo?
Alison: ¡Que venga! Seguro que él y los chicos se llevan bien. Además, hace bastante que no le veo.
Lauren: Pero si casi vives en mi casa, le ves todos los días.
Alison: Ya sabes a qué me refiero.
Lauren: Bueno, vale, que venga. ¿Puedes preguntarle a Zayn si les importa? Por si acaso.
Alison: Vale.
Lauren. Gracias. Oye, ¿qué vas a ponerte?
Alison: Pitillos negros, la sudadera sin capucha que pone Geek y mis Converse negras. ¿Tú?
Lauren: ¿La de Geek es la gris con coderas? Me encanta.
Lauren: Yo llevo medias, pantalones cortos, las botas altas militares y mi camiseta de los Red Hot Chili Peppers.
Alison: ¡Pero qué moderna! JAJAJA. Es broma. Vas guapísima.
Alison: Te dejo, voy a llamar a Zayn. Ahora te digo.


Marqué su número y me respondió muy contento que sí, que sin problemas. Dijo que estaba deseando verme y sentí la tentación de seguir hablando con él, pero iba a verle en un rato y tenía que arreglarme. Me despedí rápido, le dije a Lauren que avisara a Kurt de que sí y puse a cargar mi teléfono, cuya batería se empeñaba en agotarse cada vez con más rapidez. Acabé – por fin – de maquillarme, sogí una pequeña mochila vaquera y guardé en ella lo imprescindible: llaves, pañuelos, cámara, dinero y mi móvil.

El reloj marcaba las seis menos cuarto. “Adiós mami, espero que el trabajo haya ido bien. Papá ha llamado. Hace frío en Grecia. Volverá a telefonear esta noche para hablar contigo. También nos echa de menos y el congreso va bien. Te llamo por si no duermo en casa.” Sabía que en lugar de escribir todo aquello en un post-it podía mandar un mensaje a mi madre, pero aquello era una especie de tradición que inició mi hermana y que nos gustaba mantener.
Llegué en apenas diez minutos a casa de Lauren. Sophie ya estaba allí y se reía con Kurt de algo que este había dicho. Les saludé y tan solo unos minutos más tarde, sonó el timbre.
– Toc, toc – alguien golpeó la puerta además. – ¿Se puede?


martes, 23 de octubre de 2012

Capítulo quince


Llegué a casa a las ocho en punto. Mi madre me saludó con un beso y me sentí terriblemente culpable por estar mintiéndole. No es que siempre le dijera la verdad, pero yo no acostumbraba a faltar al colegio. Me escabullí escaleras arriba antes de que me preguntara qué tal me había ido el día. Una vez en mi habitación, cerré la puerta y me consolé pensando que no estaba mintiendo, solo estaba… ocultando información. Me tumbé en la cama y contemplé el techo, riéndome al pensar que a Lauren le encantaría esa forma tan sutil de decirlo.
Y entonces una bombilla se encendió en mi cabeza. Lauren. Sophie. No tenían ni idea de nada. Me apresuré a sacar el móvil de la mochila, esperando encontrarme mensajes y llamadas perdidas. Desbloqueé la pantalla y… Nada. Me sentí un poco decepcionada. ¿No se habían preocupado por mí en todo el día? Pues vaya…
En ese instante, comenzó a vibrar. “Un nuevo mensaje de Sophie”. Lo leí.
“Eeeeey. No voy a pedirte que me cuentes lo que has hecho hoy porque prefiero verte la cara cuando lo hagas. Jeje. Lauren ha estado medio ausente todo el día, casi le quitan la BlackBerry en Filosofía. Estaba hablando con Niall. A ella también tendremos que interrogarla… Te hablo ahora porque las clases de piano hoy han durado más de lo habitual y se me quedó el móvil sin batería por la mañana… En fin, que mañana tenemos charla pendiente…”
Continuaba diciéndome los deberes. Era bastante poco, así que apagué el móvil tras responderle brevemente y me puse a hacerlos. Y sonreía. Dudaba que la sonrisa fuera a abandonarme en algún momento.


En una casa cercana


~Conversación de WhatsApp~

Nialler: Eh, venga, te dejo ya, que tendrás deberes que hacer y no quiero distraerte más.
Lauren: ¿Hacer deberes yo? ¿Pero por quién me has tomado? ¿Por alguna clase de chica aplicada cursi que se pasa los días estudiando y encerrada en casa? Qué mal, qué mal.
Nialler: No, si aplicada ya sé que no eres. Te has tirado las seis horas de clase hablando conmigo, mucho no debes haber atendido.
Lauren: Pues si mañana no sé de qué hablan en clase, será tu culpa.
Nialler: Eres mala.
Lauren: Pero aun así te encanto.
Nialler: Creída.
Lauren: Idiota.
Nialler: ¿Quedamos el viernes?
Lauren: ¿Qué?
Nialler: Que si quedamos el viernes. A no ser que ya tengas planes, claro.

Estuve a punto de responderle. De hecho, escribí un bonito “recógeme a las cinco”, pero no llegué a enviarlo. Porque había levantado la mirada mientra Niall escribía y había visto mi reflejo en el espejo que adornaba la puerta de mi cuarto. Y tenía una sonrisa estúpida en la cara. Y esas sonrisas nunca pronostican nada bueno.
Apagué el móvil, dejando la conversación sin acabar. Cogí mis cascos, mi skate y una gorra. Metí las llaves de casa en una sudadera de mi hermano y salí de mi casa.

Patiné, sin parar en ningún momento, sin pensar, dejándome llevar por la música, vaciándome de todo pensamiento. Sin rumbo. Por desgracia, ese estado de vacío duró poco. Mi cerebro se puso a trabajar y las dudas me asaltaban y sin embargo, no veía ninguna respuesta. “¿Estás enamorada?” “¿Te gusta Niall?” “¿Acabas de rechazar la cita de tus sueños?” No, no la había rechazado. Simplemente la había ignorado. “¿Has ignorado a Niall James Horan? ¿Pero quién te crees?” Seguí patinando, cada vez más rápido, y solo paré cuando las lágrimas me impidieron seguir viendo el camino. Hice saltar mi tabla, me la coloqué bajo el brazo y me senté en un banco al pie del camino.
En uno de los pocos libros que había leído, recuerdo que ponía que lo mejor en estas situaciones es ordenar los pensamientos comenzando por el principio. Así que empecé.

Soy Lauren y siempre he vivido en Londres. Con eso no hay problema. Tengo un hermano mayor. Por su culpa me he comido muchas peleas, pero me ha enseñado a hacerme fuerte. Alguna vez me pegó por algo. Recuerdo que decía que no pegaba a chicas, pero que yo era una excepción. Hago skate desde que tenía doce años. Por aquella época ya era amiga de Alison y Sophie, pero no quedaba tanto con ellas. Perdía mi tiempo yendo al skate park. Y aprendía. Al principio tan solo miraba a los otros skaters. Todos eran chicos, y todos eran mayores que yo. Comencé a ir a horas a las que casi no había nadie. Me recogía el pelo y me ponía la gorra, parecía un chico. No tenía pecho, ni caderas, tardé más que el resto de chicas en desarrollarme. Quería encajar y ese era el único sitio en el que me veía capaz de hacerlo. Recuerdo que me di muchos, muchísimos golpes hasta que conseguí hacer mi primer ollie. Subir las rampas y hacer piruetas me costó una fractura del brazo. Pero nunca dejé de intentarlo y poco a poco me convertí en una más. Los chicos me saludaban y me trataban como a uno de ellos. También recuerdo la primera vez que se me cayó la gorra delante suya. Se sorprendieron al ver mi ondulada melena castaña enmarcándome la cara, pero no le dieron más importancia. Fue un alivio que todo siguiera siendo lo mismo entre nosotros.
Y ahí me di cuenta de el por qué de mis lágrimas. Al descubrirlo, me reí, al principio en silencio, pero terminé subiendo el volumen y una pareja de enamorados se giró a mirarme. Les saludé con la mano y continué riendo, ante sus caras de sorpresa.
La respuesta, era el miedo. Miedo al amor. Miedo a los sentimientos. Miedo a deshacerme de esa coraza de chica dura e irrompible que siempre me había acompañado. Miedo a volverme débil y frágil. Había crecido entre chicos, primero mi hermano y luego los skaters, de los que fui amiga inseparable durante dos años enteros. Ellos nunca me trataron como solían tratar a las otras chicas. Me llamaban ‘tío’. Claro que a mí no me molestaba. Es más, lo prefería. La imagen que siempre he tenido de las chicas es, lógicamente, la que el mundo me mostraba. Niñitas vestidas de rosa, presumiendo de Barbies y de pintura de uñas mientras yo saltaba de alegría por tener ruedas nuevas para mi tabla. Nunca me había permitido el pararme a pensar en mis sentimientos. La primera vez que me enamoré, huí. Y supongo que esta es la segunda. Es como la oportunidad que nunca me di con aquel chico.
Y en ese momento, mientras las luces de las farolas comenzaban a ser insuficientes para alumbrarme la vuelta a casa, supe que tenía que hacer, supe que debía arriesgarme, supe que esta era la caída de la que nunca había conseguido levantarme y sentí que tenía que aprovechar la oportunidad que me estaban brindando. Así que cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue encender mi teléfono y enviar la respuesta que hacía dos horas debía haber dado a mi pequeño duendecillo.


A punto de acostarse, en una habitación mucho más grande.

Acababa de ponerme el pijama cuando escuché el molesto sonido que hacía mi móvil al recibir un nuevo mensaje. Miré la pantalla, sin mucho ánimo, pero una sonrisa se fue dibujando en mi rostro a medida que avanzaba en la lectura.
“Hola Sophie, preciosa. ¿Qué tal? El sábado estuvo bien. A los chicos y a mí nos gustaría mucho volver a repetirlo, todos, y pudiendo quedarnos hasta el final esta vez, eh. Espero que podáis salir. Además, tienes cosas que contarme si no recuerdo mal. Un beso, bonita.”
Le respondí diciendo que tenía que preguntar a mis amigas, pero que dudaba que pusieran algún inconveniente. Apagué el teléfono y me tumbé sobre la cama, dejando que el sueño me venciera y me acogiera en sus brazos, con imágenes en las que Harry me recogía y me llevaba a una preciosa fiesta,  y bailaba hasta no poder más…
Sueños por cumplir, sueños por los que luchar, sueños que no tardarían mucho en complicarse.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Capítulo catorce


Dejé atrás al conserje en cuanto atravesé la puerta principal. Giré la cabeza y le vi, apoyado en su coche, con unas Ray-Ban Wayfarer negras tapándole los ojos y las piernas cruzadas. Se enderezó nada más verme y se quitó las gafas. Me reí, apartándome el pelo de la cara. Todo aquello me sonaba demasiado a película, a videoclip musical en el que nada es real. Pero no. Yo estaba allí, con mi uniforme y mi mochila a la espalda, avanzando para saludar a Zayn Malik.
Él cubrió la poca distancia que quedaba entre nosotros y me abrazó. Le di un beso en la mejilla y me retiré, sin borrar la sonrisa.
- ¿Debo darte las gracias por sacarme de clase o reprenderte por la estupidez que acabas de cometer? – le solté, poniendo los brazos en mis caderas, haciéndome la enfadada.
- Bueno, si prefieres volver dentro… - dijo, con aire despreocupado.
Resoplé y negué con la cabeza. ‘Estás loco. Rematadamente loco’, pensé. Me abrió la puerta del copiloto de su coche y entré. Empezamos a avanzar por la carretera, camino al centro de Londres, pero en ningún momento pregunté a dónde exactamente. Me limité a encender la radio y cantar con él cada canción que sonaba. Aquel momento era  uno de esos que te gustaría poder congelar y guardar para vivir una y otra vez.

A la hora del recreo

- La odio, la odio, la odio, la odio… - comenzó Lauren nada más nos reunimos fuera de clase. Le agarré el codo y me enganché a ella, riéndome.
- Lo que pasa es que tienes envidia. La han sacado de clase y se ha perdido dos maravillosas horas de clase – le dije.
- No, Sophie es que no es justo. ¿Por qué no han podido venir también a por mí? Odio el colegio en esta época del año. Nos quedan dos semanas de clase, una de exámenes y otra absolutamente inútil – se quejó ella.
- Yo creo que el hecho de que se haya saltado las clases es el menos alarmante. – comencé, intentando desviar el tema hacia dónde me interesaba. – Lo que me preocupa es con quién.
- Con su primo, ¿no? Eso ha dicho el conserje – hizo un gesto con la mano, quitando importancia a mis palabras.
- Pero Lauren, ¿se te ha ido la cabeza? – me extrañé, soltándome de su brazo y sentándome en el poyete de ‘nuestra’ ventana. – Alison no tiene ningún primo mayor de edad. Las únicas primas que tiene son las gemelas, las de siete años. Siempre se queja cuando tiene que cuidarlas porque dice que son monstruitos.
Mi amiga abrió mucho los ojos, comprendiendo. De pronto se tapó la boca con ambas manos y se sentó a mi lado, mirándome fijamente.
- ¿Y con quién se ha ido? ¿Y si la han raptado? ¿Y si… - la detuve, riendo.
- Dudo que si la hubieran raptado habría salido de clase con una sonrisa. Era como si flotara. ¿No la viste?
- Sí, bueno, es cierto. – admitió. – ¿Qué hacemos? ¿La llamamos?
Me encogí de hombros, observando cómo sacaba el móvil del bolsillo. Toqueteó las teclas y se quedó embobada, como tantas otras veces le pasaba.
- Lauren, por favor, céntrate y llama a Ali. – le dije, cansada de este tipo de conversaciones. Ahora ella resoplaría y pondría los ojos en blanco, o me sacaría la lengua y haría lo que le había pedido. Teníamos a menudo este tipo de conversaciones, Lauren se aislaba del mundo cuando cogía la BlackBerry.
Pero nada de eso sucedió. Esperé, pero ella no se movió. Me asomé por encima del hombro para ver qué era tan interesante y alcancé a ver un chat abierto. Miré el nombre de la persona que hablaba y me reí; Nialler. Me eché hacia atrás y supuse que tendría que esperar a volver a casa para saber con quién había desaparecido Alison, aunque empezaba a tener una vaga idea de quién podría ser.

Sentados a la mesa de un restaurante

La había llevado a mi restaurante italiano favorito, en  Covent Garden, el lugar más pijo de todo Londres. Sonreía leyendo la carta, mientras yo fingía hacer otro tanto con la mía. De pronto, me miró y me descubrió mirándola, pero no pareció importarle. Ensanchó su sonrisa y cerró la carta, dejándola frente a ella.
- Creo que quiero raviolis con la salsa especial de la casa.
- Buena elección. – admití. – Yo quiero espaguetis al pesto. - Juagaba con ventaja pues había ido más veces y sabía qué pedir sin necesidar de consultarlo. - ¿Te apetece algo para compartir? Hacen unas pizzas riquísimas y no son demasiado grandes.
- Vale, elige una, me fío de ti.
Llamé al camarero, que apuntó nuestro pedido y se fue.
Habíamos aparcado el coche lejos de allí porque prefería pasear a su lado antes que ir sentado conduciendo. Me había hablado de las clases que se estaba saltando y le hice prometer que haría los deberes que mandaran en su ausencia. Me sentía un poco culpable por haberla sacado así de su instituto, pero ella parecía encantada. Todo el mundo odia el instituto.

Llevaba bien los estudios y exámenes, pero estaba deseando acabar. Quería pasar un verano increíble y me había hablado de todos sus planes, aunque la mayoría implicaban gastar un dinero que aseguraba no tener. Me habló de sus amigas, de tiendas y de música. Yo por mi parte, le hablé de mí, de lo mucho que odiaba el instituto también y de lo que me alegré cuando tuve que dejarlo para irme de gira con los chicos. Le hablé de experiencias de The X Factor que esperaba que no conociera, de sitios a los que yo también esperaba viajar, de cosas que quería comprar. Ella me sonreía entusiasmada y preguntaba las cosas que le parecían oportunas. Era una acompañante excelente. Siempre tenía cosas que decir, historias divertidas que contar. Me había perdido en sus ojos verdes y no me di cuenta de que estaba contando una de ellas en ese momento

- … y del golpe en el pupitre pues se despertó – río. Me reprendí a mí mismo por no haber escuchado el comienzo de aquello que Alison me contaba sobre Lauren. – Lo primero que dijo fue ‘estoy despierta’. Nos reímos muchísimo y el profesor no fue capaz de castigarla. – Hizo un gesto impreciso con las manos y me sonrió. Qué sonrisa tenía. Preciosa. Cómo ella.
- Lauren es una mala influencia. – le dije, serio, pero recordé la forma que tenía esa chica de hacerte reír a carcajadas y mi intento de aparentar seriedad falló.
El camarero llegó en aquel momento, evitando que tuviera que decir nada más sobre esa anécdota. Se lo agradecí en mi interior. Dejaría propina. Puso los platos sobre la mesa y durante un rato, ninguno dijo nada más. Comenzamos a comer, disfrutando de la comida y de la compañía mutua.

En ese mismo momento, sentados en un sofá

- Se nos acaban las vacaciones chicos. – dijo Harry tras apagar la televisión. – Tenemos tres semanas antes de empezar a grabar. ¿Qué hacemos?
- Podríamos parar el tiempo – comenzó Niall, pero la mirada de reproche que le lanzó Harry le hizo callar.
- Lo digo en serio. Va a empezar el verano, queda muy poco para junio, empieza el buen tiempo. Estaría bien ir a algún sitio todos juntos.
Hubo murmullos de aprobación, pero noté que faltaba algo. Miré a derecha e izquierda, pero no le vi.
- ¿Dónde está Zayn? – pregunté, tras comprobar que evidentemente, allí no.
- Salió esta mañana, Liam – me contestó Louis. – No sé a dónde fue.
Harry evitó mirarnos y se centró en el televisor, lo cual era un poco absurdo porque estaba apagado. Supuse que él sí que sabía dónde estaba, pero decidí no preguntarle. Si Zayn quería contarlo, lo haría cuando llegara. A veces, rodeado de tanta gente, olvidas lo que es tener secretos.
- Bueno, ¿a dónde proponéis que vayamos? – inquirí, volviendo al tema central de nuestra conversación.
- Parque de atracciones.
- Podemos ir a Liverpool – propuso Louis.
- O a un parque de atracciones.
- A Glasgow. Siempre he querido ir – les dije.
- Estaría bien ir a un parque de atracciones.
Todos miramos a Niall, que sonreía abiertamente. Le encantaba pasarlo bien y, por tanto, los parques de atracciones eran uno de sus fuertes.
- Creo que ya lo tengo – nos dijo Harry pasado un minuto. Miró a cada uno de los presentes, aumentando nuestra intriga. – A Manchester – soltó por fin. – Tengo una casa allí y he pasado gran parte de mi vida viviendo en esa ciudad. Hay muchas cosas que ver y además hay un parque de atracciones que no está nada mal – sonrió mirando a Niall.
-  ¿Sí? – Harry asintió, ensanchando la sonrisa de nuestro amigo. – Pues todo dicho. – el irlandés se levantó, cogió su móvil y desapareció escaleras arriba.
- A mí me parece genial, de verdad. Siempre que vamos a Manchester me quejo interiormente por no poder detenernos demasiado en las ciudades. – Louis se levantó y le sacudió los rizos a Harry. –  ¿Puedo decírselo a Eleanor?
- Claro, que venga si quiere. – Louis sonrió y me quedé a solas con Harry en el salón. – Tú puedes avisar a Danielle si quieres.
- Sí, lo haré. – hice ademán de irme, pero mi amigo me retuvo.
- Oye, respecto a lo de Zayn…
- No te preocupes. Ya lo contará él si quiere – sonreí y vi que la inquietud desaparecía del rostro de Harry, dando paso a sus famosos hoyuelos. Le di una palmada en la espalda y saqué el teléfono para llamar a Danielle.
- ¡Nos vamos a Manchester, tío! – saltó y se fue del salón diciendo algo sobre llamar a Zayn.
Sacudí la cabeza, sabiendo lo que supondría ir de vacaciones a Manchester con mis amigos. Muchos momentos más para recordar.

Paseando por Londres

Habíamos salido del restaurante hacía rato ya y paseábamos sin rumbo fijo. Zayn estiró su brazo disimuladamente, rozando el mío. Entrelacé mis dedos con los suyos casi instintivamente. Noté que me miraba y le sonreí, sonrojándome. Desvié la mirada y me pasé la mano libre por el pelo, nerviosa. Él me apretó la mano y sentí que me derretía por dentro.
Seguimos andando hasta llegar a la baranda que nos permitía ver el río Tamesis. Me acerqué, soltándome de Zayn y examiné uno de los candados que colgaban del puente. ‘James + Lea. 10/7/10’ Suspiré. ¿Seguirían juntos?
- ¿Crees que siguen juntos? – escuché que preguntaba esa voz que tan bien conocía.
- Me estaba preguntando lo mismo – confesé, encogiéndome de hombros.

Miré al frente y dejé que el viento me despeinara. Al poco noté los brazos de Zayn rodeándome la cintura. Otro momento para congelar y coleccionar.
- ¿Sabes? Llevo todo el camino preguntándome algo…
- ¿El qué? – me preguntó.
- ¿Qué lleva a un chico a raptar a una chica normal y corriente de sus clases, a invitarla a comer en un sitio espectacular y a dar un paseo con ella por Londres?
- No sé lo que lleva a un chico a raptar a una chica normal y corriente. – comenzó, y pensé que iba a evitar responder, pero continuó hablando. – En cambio, sí que sé lo que podría llevar a un chico a raptarte a ti. – aclaró, provocando que volviera a sonreír sin quererlo. – En primer lugar, déjame aclarar que no la ha raptado, la chica ha salido del colegio por su propio pie. – De repente me sentí culpable por haberme escapado. Me giré para observarle, situando mi rostro a una distancia peligrosamente corta del suyo. Sonreía, pero no me miraba. – Supongo que al chico le gusta la chica. Supongo que tiene miedo de decírselo y de que ella no le corresponda. Supongo que le asusta que sólo le haya besado porque es famoso y quiere tener una buena historia que contar a sus amigas. Pero él sabe que la chica no es de esas. Así que quiere asegurarse de que no está equivocado y la ‘rapta’, como tú dices, de sus clases, la lleva a comer y así se conocen. De este modo, el chico sabrá cómo es la chica y podrá dejar que ella sepa cómo es él, cómo es en realidad. Y entonces podrá decirle que no solo le gusta, si no que se ha enamorado. – Se acercó un poco más a mí y noté su respiración en mi cuello.

Quise decir algo. Busqué en mi cerebro palabras que pudieran igualar las suyas, pero no las encontré. Y como no encontraba nada adecuado que decir, decidí hacer algo que esperaba que entendiera como una respuesta afirmativa, como una forma de corresponderle. Giré mi cabeza hacia la suya y le besé. O puede que me besara él. No lo sé. El caso es que terminé girándome completamente hacia él y le rodeé el cuello con los brazos. Noté que sonreía y le imité. Seguimos así, a la orilla del Tamesis, con el resto de Londres ajeno a nuestros besos, como si todo se hubiese detenido. Aquel sí que era un buen momento para congelar y guardar. 




jueves, 23 de agosto de 2012

Capítulo trece


Salí de casa de Sophie aun pensando en todo lo que acababa de pasar. No terminaba de creérmelo. A ver, lo de que los padres de alguien se divorcien es relativamente normal hoy en día, eso no era a lo que le daba vueltas, era el hecho de que ella no nos hubiera contado nada. Sophie es una persona bastante trasparente. Si está triste llora y si está feliz, se ríe. Siempre había pensado que vivía feliz en su propia burbuja, alejada de problemas como no poder comprar unos pantalones nuevos o no poder salir un sábado para ir al cine. Claro que después de nuestra conversación, me di cuenta de que las cosas materiales no te hacen ni mucho menos una persona feliz. 
 
Iba pensando en todo esto mientras me acercaba a la parada de autobús que hay en la esquina de la casa de mi amiga. No tuve que esperar demasiado, a los pocos segundos de llegar, el bus que me llevaría de vuelta a casa apareció. Me subí a él pensando lo tremendamente vaga que era. Mi casa a penas estaba a tres paradas de allí y podría haber ido andando, pero estaba oscureciendo y, siendo sincera, andar era lo último que me apetecía hacer aquel día. 
 
Piqué mi tarjeta y me dirigí hacia la parte trasera donde encontré un asiento vacío al lado de la ventana. Comencé a trenzar mi pelo mientras la gente seguía subiendo al bus y dejé caer la trenza entre rubia y castaña por mi hombro izquierdo. Cuando se puso en marcha, saqué mi teléfono.
2 mensajes de 2 contactos” decía mi móvil. Pulsé la pantalla táctil y miré el primero. <<Alison, cielo ¿te queda mucho para llegar a casa?>> Mi madre, cómo no. Miré la hora: Las ocho. Era un poco tarde, la verdad. Para mi madre era una hora desorbitada. Respondí diciéndole que ya iba en el bus de vuelta y que no se preocupara. Volví a la pantalla anterior para leer el otro mensaje y me llevé una mano a la boca para reprimir un grito. Me repetí varias veces que estab en el interior de un transporte público y que la gente se alarmaría si me escuchara gritar. No entendería que una chica de dieciséis años pueda gritar por un mensaje. No lo entenderían, ni aunque supieran que ese mensaje era de Zayn Malik.


En ese mismo momento, en una terraza.

<< ¡Hola Ali! Quería decirte que la otra noche lo pasé genial con vosotras, especialmente al final. Me gustaría poder repetirlo algún día. Llámame cuando puedas.>> Releí el mensaje que acababa de enviarle a Alison. No era nada del otro mundo. Pensé que había dejado bastante claro que su beso no me había molestado en absoluto, pero claro, ¿quién sabe cómo iba a interpretarlo ella? Suspiré y me guardé el móvil en el bolsillo, pero algo me lo impidió. Lo saqué. Era un paquete de tabaco. Me encogí de hombros, guardé la BlackBerry y cogí un cigarro. Lo encendí y me asomé a la barandilla de nuestro apartamento. Expulsé el humo y me sentí mucho más relajado. Me quedé allí, observando como se iban encendiendo a mi alrededor las farolas, alumbrando todo Londres. 
 
Di la última calada justo cuando noté que había alguien detrás de mí. Me giré mientras apagaba la colilla en la baranda y sonreí al ver a Harry. Este se acercó a mí y me puso una mano en el hombro.
- Me dejas hacerte compañía, ¿verdad? - preguntó, dibujando una sonrisa torcida en su rostro.
- Por supuesto. - Ambos nos quedamos callados, observando el paisaje, disfrutando de esa noche de mayo.
- ¿Va todo bien? – Harry decidió romper el silencio al cabo de unos segundos.
- Sí, sí. - contesté, pero me arrepentí en seguida. - No. A ver, sí que va bien, pero estoy preocupado.
Harry dejó escapar una risa y se sentó en una de las butacas. Señaló la que había a su lado y me senté en ella, con las manos en la cabeza haciendo las veces de reposador.
- Cuéntame, Zayn.
- Pues... -tomé aire. No solía contar mis problemas a la gente. Claro que Harry era mi amigo y tenía buena mano con las chicas, por lo que me decidí a hablar. - Se trata de Alison. Me gusta. Y no sé qué hacer. - Dirigí mis ojos al cielo, porque sabía que si miraba a mi amigo, me sonrojaría.
- ¿Y cuál es el problema? - me preguntó, riéndose.
- Tú lo verás lo más fácil del mundo, Hazza. Consigues a todas las chicas que quieres. Y además, nunca te ha gustado una fan.
Vi que mi amigo cerraba los ojos y pensaba. Al cabo de un rato, mi miró.
- Zayn, a Alison le gustas. Lo vi el otro día, vi cómo te sonreía.
- Es una fan, me sonríe porque está locamente enamorada de nosotros y de nuestras canciones – repliqué.
- No vi que sonriera de la misma forma a ninguno de los otros – apuntó Harry, sin perder la sonrisa.
- Es complicado, tío, deja de hacer como si todo fuera increíblemente fácil porque no es así. - le miré, esperando una respuesta, pero su cara solo denotaba incomprensión. - ¿No lo entiendes? Alison no me conoce. Conoce a Zayn Malik, el cantante de One Direction, el de los tatuajes y los piercings, el que no quería bailar en The X Factor. - Esas palabras llevaban dos días dándome vueltas en la cabeza y por fin las decía en voz alta. - Pero no conoce a Zayn, el chico inseguro que confiaba en su voz y al que un día le brindaron la oportunidad de formar parte de una banda.
- Pues deja que lo conozca. - Harry se puso en cuclillas frente a mí. - Queda con ella y deja que te conozca.
Se incorporó, no sin antes darme unas palmaditas en la rodilla, animándome. Justo cuando iba a irse, se volvió, ya en la puerta que daba al interior de la casa.
- No hay nada malo en enamorarse de una fan. Al fin y al cabo, no deja de ser una chica a la que le gustas. - No pude ver bien su cara porque apenas le daba la luz, pero su voz me indicó que sonreía. - Te hemos guardado un poco de pollo. Si Niall no se lo ha comido, sigue en la cocina.
Me reí y comprobé mi móvil. Tenía un mensaje nuevo. << Hoooola Zayn. Yo también lo pasé genial. Fue todo increíble. Me gustaría volver a verte pronto.>> Sonreí. 'Yo también quiero verte pronto, Alison', pensé, mientras en mi cabeza se trazaba un plan.

A la mañana siguiente, a segunda hora.

- … y hasta aquí entra en el examen del viernes. Voy a apuntar las actividades en la pizarra.
La señora Kingston se levantó, tiza en mano, y comenzó a apuntar actividades de Biología que debíamos hacer. Me gustó comprobar que su memoria no mejoraba y que había anotado al menos cuatro actividades que ya había mandado la semana pasada. Las tenía hechas, por lo que sólo tendría que hacer dos. Me giré y vi la cara de frustación de Lauren. Contuve la risa y con gestos, le indiqué que le dejaría las que ya tenía hechas. Ella movió los labios diciendo algo como 'te estoy eternamente agradecida'. Sophie, en cambio, había comenzado ya a hacerlas.
Sabía que estaba mal dejar que mi miga me copiara, pero ella era una persona lista, solo que un poco alocada y descentrada. Aprobaba los exámenes, pero casi nunca traía los deberes, lo que le había costado varias notitas de los profesores. Yo la comprendía, no tenía tiempo. Había tardes en las que ayudaba a su hermano en la tienda de música y si no, iba a hacer skate. Además, era mi amiga y ese ya es motivo suficiente como para dejar que me copiara.
 
Justo cuando acabé de copiar el enunciado de la segunda actividad, la puerta de mi clase se abrió y entró el conserje. Se acercó un momento a la señora Kingston y hablaron unos segundos en voz baja. Luego, se puso frente a todos y se aclaró la garganta, llamando nuestra atención.
- ¿Hay alguna Alison en esta clase?
Levanté la mano, desconcertada. El conserje me miró y continuó hablando.
- Tu primo esta abajo esperándote, recoge tus cosas. Me ha dicho que va a ser él el que te compañe al dentista.

Asentí con la cabeza y recogí mis libros. Intenté que el sentimiento de duda y el desconcierto que sentía no se me notara en la cara. En ese momento, un mensaje me llegó al móvil. Saqué el móvil y leí lo que ponía escondiéndolo detrás de mi mochila, aunque no creo que a la profesora le hubiera molestado que lo sacara, dado que estaba a punto de irme. 
<<Venga, el dentista no espera>>. Me concentré en que seguía en mi clase e hice como si aquel mensaje  fuera lo más normal. Me colgué la mochila al hombro y sonreí al pasar al lado de Lauren.
- ¿Tienes dentista hoy? - me susurró, extrañada.
- Evidentemente – le sonreí sin poder evitarlo.
- Pero Ali... - Sophie se unió a la conversación. -Tú no tienes ningún primo.
Hice un gran esfuerzo por no soltar una carcajada allí en medio. Me encogí de hombros y salí al pasillo. Supuse que no era el momento de contarles que Zayn acababa de convertirse en mi primo.