El resto de la mañana
transcurrió sin cambios. Incluso me pareció que las horas pasaban más rápido
pero lo atribuí todo a las ganas que tenía de que llegara esa noche y a la poca
atención que estaba prestando en clase. Sonó la campana del recreo, cogí mi almuerzo
y bajé al patio con Lauren. Nos sentamos en el poyete de una ventana y
comenzamos a comer. Nuestra amiga Sophie llegó al patio en ese momento y le
hice señas para que se nos acercara.
- No, no, hoy no me habléis.
– nos dijo, muy seria. – Puaj, os odio muchísimo.
- Eso que tú tienes no es
odio, ¡es envidia! – Lauren le sacó la lengua
- ¡Pues a lo mejor sí que
es envidia! ¡Jo, qué suerte tenéis! – Sophie se sentó al lado de Lauren y le
dio un golpe , pero ésta no paró de reírse.
- Vamos, ¡no seais infantiles!
– intervine, sonriendo. – No tienes por qué sentir envidia, tú también vas al
concierto.
- Ya, pero lo mío es una
entrada normal de pista, las vuestras incluyen el pase al backstage y…
- Eh, Sophie – la
interrumpí. – Hay chicas que matarían por una ‘entrada normal de pista’. Tienes
suerte de haberla conseguido.
- ¡Alegrémonos todas! –
Lauren pasó sus brazos por nuestros hombros y juntó nuestras cabezas. – Vamos a
escuchar en concierto a nuestro grupo favorito, eso es lo importante. Y luego
yo me casaré con Harry Styles.- hizo una pausa en la que pareció recapacitar. -
O con Niall Horan. O con Liam Payne. O con…
Me desprendí del brazo de
Lauren y le propiné un puñetazo suave en el hombro, mientras Sophie le tapaba
la boca. Las tres comenzamos a reírnos. El recreo transcurrió entre
conversaciones sobre los chicos, invenciones de cómo sería el concierto y los
posibles invitados de Lauren a su boda con uno de ellos.
No conseguí prestar atención
a ninguna clase más. Ni siquiera estuve atenta en Español, a pesar de que me
gustaba mucho. Mi mente se empeñaba en desplazarse a mi lugar feliz en el que
yo estaba bajo el escenario, mirando fijamente a los ojos a un perfecto irlandés,
que me sonreía mientras cantaba ‘yeah I like the way you smile, wiht your eyes…’
Y luego me perdía en la profunda mirada de mi chico malo de Bradford, en la
sonrisa del amante de las zanahorias, en los rizos de Mr. Styles y en el
precioso rostro del que una vez me emocionó cantando ‘Cry me a river’. No
encontraba una palabra para describir a esas cinco personas.
Sonó el timbre que
indicaba el final de las clases. Escuché que Lauren gritaba ‘¡Gracias a Dios!’
y vi cómo saltaba delante de mi pupitre. Terminé de recoger los libros y me
colgué las dos maletas.
-Alison, oh dios mío. – le
agarré las manos y salté con ella, soltando algún que otro gritito histérico.
Corrimos juntas hacia la salida.
- ¡Os veo esta noche! – la
mano de Sophie saludaba desde la ventanilla del Mercedes de su padre.
- No sabes la satisfacción
que da tener por una vez algo que Sophie no puede conseguir – Lauren susurraba
sin dejar de agitar la mano, despidiéndose.
- Ya, bueno, ambas sabemos
que podría haber conseguido también una entrada VIP si no hubiera tardado tanto
en comprarla.
Tanto Lauren como yo habíamos
vivido siempre a la sombra de una amiga que conseguía todo lo que quería sin
ningún esfuerzo. Ella no tenía la culpa, por supuesto, sus padres estaban
podridos de dinero y le consentían todo.
Llegamos a casa de mi
amiga y solté las bolsas en su cuarto.
- Hola, Alison – Kurt, el
hermano mayor de Lauren entró en el cuarto.
- ¡Hola, Kurt! – le di un
beso en la mejilla y alboroté su pelo negro. - ¿Cómo te va todo? – este chico
me podía, era increíble. Siempre había sido una especie de amor platónico.
- No puedo quejarme – me
dijo, sonriendo. Tenía una sonrisa preciosa. Y sus ojos color miel brillaban de
forma encantadora. –Vamos, la comida está ya en la mesa.
~ A esa misma hora, en otro lugar de la ciudad ~
- ¿Vas a necesitar que te
lleve al concierto, Sophie?
- No, papá, puedo ir
andando. Gracias. – me levanté de la mesa y fui a mi habitación.
Una vez tumbada en mi cama
conté con los dedos las palabras que le había dirigido a mi padre. Seis. Eso
era progreso, dos meses antes apenas le decía una. Me encogí de hombros y me
incorporé en la cama, sentándome. Supongo que había llegado a la conclusión de
que no hablar con mi padre no haría que volviera a querer a mi madre. Mi madre.
Lo último que sabía de ella era que estaba en Bélgica, con sus padres. Hacía
unos meses yo también tenía unos, que se querían y que cuidaban de mí. Ya no.
Un día llegué a mi casa
tras el colegio y vi a mis padres sentados con nuestro abogado. Cuando éste se fue, estaban
divorciados. Ese mismo día, mi madre hizo las maletas y se fue. Qué rápido se
pueden ir al traste tantos años de matrimonio. Lo único que había sacado en
claro de aquello era que el amor no existía.
Fui al baño y me sequé las
lágrimas frente al espejo. Mi madre me solía decir que de pequeña lloraba tanto
que me había secado y que ya no podía llorar. Hasta qué punto se equivocaba.
Contemplé mi rostro en el
espejo y por un momento y me di asco a mí misma. Tenía todo lo que una chica de
dieciséis años podía desear. Todo lo que quería era mío con solo pedirlo. Nunca
me había faltado dinero, la empresa de mi padre funcionaba perfectamente y mi
madre era la dueña de una gran cadena de tiendas de ropa. Mis amigas me
envidiaban, claro, pero yo habría dado de buen grado todas mis cosas con tal de
tener una vida como la suya, con tal de volver a tener una familia.
Encendí mis altavoces para
eliminar esos pensamientos de mi cerebro. ‘No puedes cambiar nada, Sophie’ me
dije, mientras me vestía para el concierto. Tarareé la canción que sonaba a
través de mi iPod. Estaba emocionada. Esa entrada era quizás lo único que había
ganado por mis propios medios. Mi padre me ofreció el dinero una y otra vez,
incluso lo escondió entre mis libros varias veces, pero se lo devolvía cada vez
que lo encontraba. No quería que lo pagara él, no quería su dinero. No quería
nada suyo en realidad. Pedí trabajo en la tienda de discos que tenía el hermano
de Lauren. Le dije que lo hacía para matar el tiempo porque no quería contarle
nada a nadie todavía. Me lo dió encantado y la verdad es que disfruté bastante del tiempo que pasé allí. Entre lo que gané y lo que ya tenía, conseguí reunir las
libras necesarias pocas semanas después de que salieran las entradas a la
venta, pero ya no pude comprar una VIP.
- 'I wanna stay up all
night and do it all with you…' - canturreé. Miré el reloj. Las cinco en punto.
Cogí mi pancarta, la entrada y mi cámara de fotos, lo guardé en un bolso junto
con el móvil y las llaves y apagué la música.
Tenía el presentimiento de
que esa iba a ser una gran noche.
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