Intenté retener las
lágrimas, pero éstas salieron sin ninguna dificultad, comenzando a resbalar por
mis mejillas. Miré rápido a un lado y a otro. Nadie me prestaba atención.
Seguían hablando de la partida de bolos, riéndose y decidiendo dónde comer. Me
levanté del sillón en el que me encontraba y salí a la calle. Respiré hondo y
me decidí a hablar.
- Mamá.
- Sophie, mi vida, ¿estás
bien? ¿Cómo te va todo?
- Bien, bien. –respondí, sin
pensar. Pero no era verdad. – Bueno, no. Todo es distinto. No hablo demasiado
con papá. No hablo demasiado con nadie y… Y te echo de menos. – conseguí
decirle, antes de que el llanto ahogara mi voz.
- No, cariño, no llores.
Todo va a estar bien. Te lo prometo.
- Pero mientes, mamá,
mientes. – mi pena se convirtió poco a poco en rabia. – Siempre dices que las
cosas saldrán bien, pero eres la primera en huir cuando no es así.
- Me fui porque era lo
mejor.
- ¿Lo mejor para quién?-
comenzaba a enfadarme.
- Para tu padre. Para ti.
Para mí. – me dijo, seria. - ¿No has pensado que esto también me está haciendo
daño a mí? Necesitaba despejarme. Necesitaba cambiar de aires. Necesitaba ver a
mis padres y hablar con ellos, Sophie.
- Pues yo necesito ver a mi
madre. – por un momento, yo también volví a ser una niña de diez años a la que
le acaban de quitar su muñeca. Una niña que sollo necesitaba un abrazo de su
mamá.
- Y me vas a ver, cielo,
pronto – me tranquilizó. – Todo por aquí va bien. La abuela te manda recuerdos.
Hace frío, pero cada vez menos, se acerca el verano. Sigo trabajando como
directora de mis tiendas, solo que lo hago desde aquí. Pero bueno, ¿qué tal tú?
- Me alegro. – y era verdad.
Me alegraba de que estuviera bien, de que siguiera trabajando, de que hubiera
decidido llamarme. – Yo estoy bien. He vuelto a comer. Sigo con mis amigas. En
el colegio voy igual. – respondí de la forma más escueta posible, temiendo que
volviera a fallarme la voz.
- ¿Cómo que has vuelto a
comer? ¿Habías dejado de hacerlo? – estaba preocupada. Claro, ella no lo sabía.
- No te preocupes, ya estoy
bien. – tome aire e hice la pregunta que más necesitaba hacerle. – ¿Por qué has
tardado tanto en llamarme? – necesitaba escuchar su respuesta. O su excusa, al
menos.
- Hasta ahora no me he visto
con fuerzas… – lo dijo casi susurrando, pero en seguida cambió de tema. – Oye,
tengo que colgar. Lo siento, hay muchas cosas que hacer por aquí. Te llamaré
pronto, lo prometo. Te quiero, Sophie. – y sin más, colgó.
Me quedé un rato mirando al
teléfono, repitiendo mentalmente toda la conversación. Me senté en un poyete de
piedra e intenté tranquilizarme poniendo en orden mis ideas. Mi madre, que
estaba en Bélgica, acababa de llamarme. Mi madre, que se fue sin avisar después
del divorcio. Mi madre, a la que llevaba meses sin ver y sin oír. Sin poder
evitarlo, las lágrimas volvieron a salir.
Decidiendo qué hacer a continuación, aun en la bolera.
- Entonces, ¿a dónde vamos a
comer? – preguntó Louis por enésima vez.
- Al Friday’s. Venga, no me
digáis que no os gusta ese sitio. – Zayn había propuesto siempre la misma
opción.
- A mí me da igual el sitio,
yo sólo quiero comer.
- Qué raro, Niall quiere
comida. – Lauren seguía picándole.
- ¿Y si vamos a un asiático?
– propuso Danielle, secundada por Eleanor y Liam.
- Vale, a ver, no hay
acuerdo, votemos – propuso Zayn.
- Esperad, esperad. –
interrumpí. - ¿Dónde está Sophie?
- Creo que salió a hablar
por teléfono hace un rato – me respondió Alison.
- Voy a buscarla. Vosotros
decidid y luego ya nos decís.
- Está bien, Harry. – Louis
me asintió con la cabeza y siguió preguntando a los demás qué les apetecía
hacer.
Salí de la bolera y busqué a
Sophie con la mirada. Su pelo rubio debería haber sido fácil de reconocer, pero
el hecho de que estaba oscureciendo me impedía ver bien. Escuché unos sollozos
a mi izquierda y me giré, preocupado.
Allí estaba, sentada, con el
pelo tapándole la cara. Me acerqué, despacio. Se dio cuenta de que no estaba
sola y se apresuró a secarse las lágrimas antes de mirarme. Se sorprendió al
verme, pero no dijo nada.
- ¿Está todo bien? – la
respuesta era evidente, si lo estuviera, no lloraría, pero no encontré otra
forma de iniciar la conversación.
En el poyete, observando a Harry
‘Sí, todo está
perfectamente’, quise responder. Pero esas palabras se negaban a salir de mis
labios y mis ojos enrojecidos me delataban. Ya no sabía si lloraba de tristeza
por todo lo que me pasaba, de rabia por la cobardía de mi madre o de alegría
por haber vuelto a hablar con ella. Me limité a negar con la cabeza en
dirección a Harry, que se sentó a mi lado, sin mirarme.
- Oye, ¿quieres contármelo?
- No. – le dije. Pero me di
cuenta de que sí que quería. De que necesitaba decirle a alguien lo mal que
estaba, necesitaba que se sentaran conmigo a escucharme. Así que rectifiqué. – Bueno,
sí. Sí, pero no aquí.
- Vale. Aviso a Louis de que
te voy a llevar a casa y en seguida vuelvo.
No me dio tiempo a
detenerle. Desapareció por la puerta de la bolera y en apenas un minuto,
reapareció, sosteniendo en las manos las llaves de su coche.
- Vamos – me dijo.
- Pero no me lleves a mi
casa. – le pedí, sin ponerme en pie.
- Claro que no. Eso es sólo
lo que le he dicho a ellos. Te vienes a la nuestra. De todas formas, no van a
volver hasta tarde. – me tendió una mano y la acepté.
Condujo durante unos diez
minutos. Yo iba en silencio, a su lado, escuchándole tararear distraído las
melodías de la radio, pero pronto la apagó. Organicé en mi mente el discurso
que estaba a punto de darle a Harry. Ni siquiera sabía por qué motivo se lo iba
a contar a él antes que a mis amigas, pero había algo en ese chico que me
inspiraba confianza, algo que me decía que me entendería. Quizás porque sus
padres también estaban divorciados. Quizás porque su música era la que me había
ayudado a levantarme de nuevo. O quizás era una mezcla de todo.
Llegamos a su casa, aparcó,
se bajó del coche y me abrió la puerta. Sonreí, tímida y le seguí hasta la
casa. Abrió la puerta y me guió por el salón hacia unas escaleras, por las que
subimos. Casi no me dio tiempo a admirar lo genial que era todo. Entramos en el
que debía ser su cuarto. Se sentó sobre la colcha azul y me hizo un gesto para
que me sentara a su lado. Lo hice y respiré hondo. ¿Por donde empezar? ‘Por el
principio, siempre’. Abrí la boca para iniciar la historia, y me di cuenta de
que no pararía hasta acabarla.
Le conté todo, desde que
empezó. Las peleas de mis padres y los gritos, pero también los susurros, que
eran los peores, porque ocultaban cosas. Le conté cómo me encerraba en mi
cuarto cada vez que les escuchaba pelear. Cómo me ponía los cascos a todo
volumen y huía de la realidad, cómo no quise darme cuenta de que mi familia se
estaba destrozando. Creo que comencé a llorar cuando llegué a la parte en la
que el abogado estaba en casa y vi a mi madre firmar los papeles. Y luego le
conté cómo ella hizo la maleta y se fue. Le pregunté a dónde y me dijo que a
vivir con sus padres. Al principio me pareció normal, hasta que recordé que mis
abuelos maternos vivían en Bélgica. Harry me apretó la mano, pero yo seguí hablando.
Diciéndole que cogí dinero y corrí a la calle a buscar un taxi. ‘Al
aeropuerto’, le indiqué al taxista. Le conté que comenzó a llover justo cuando
llegué. Que vi cómo mi madre tendía el equipaje a una mujer del mostrador. Que
atravesó las puertas de embarque sin hacer caso a mis gritos, cada vez más
desesperados. Que me acerqué cada vez más a ella y que antes que entrara, grité
una última vez ‘mamá’ y ella se volvió. Sin ninguna expresión en el rostro. No
me dijo nada. Como si no fuera su hija.
Y luego le hablé de que
llegué a mi casa mojada, que me escocían los ojos y que lo odiaba todo. Odiaba
mi familia, mi casa, a mi padre y a mi madre, a mis abuelos y a su casa de
Bélgica. Odiaba la felicidad de mis amigas, ajenas a todo y que no tenían ni
idea, y me distancié de ellas por eso. Odiaba ser incapaz de enfrentarme a la
realidad y odiaba haber perdido el apetito.
- Y la música fue lo único
que me salvó. – le dije, y era verdad. – Conseguí un trabajo en la tienda de
discos de Kurt, el hermano de Lauren. – sonreí al nombrarle. Ese chico siempre
me había gustado. – No me hizo preguntas y tampoco se lo contó a su hermana. Me
distraía y gané el dinero suficiente para comprar la entrada de vuestro
concierto. Por fin conseguí algo por mis propios métodos. Y volví a hablar con
mis amigas, sin darles explicación de nada. Volví a hablar un poco con mi
padre. – pensé un momento y rectifiqué – Muy poco. Y hoy mi madre me ha llamado, después de pasarse cuatro
meses ignorando mis mensajes y correos. Supongo que se me ha juntado todo.
Harry había estado todo el
tiempo en silencio, prestándome atención. No me había interrumpido en ningún
momento. Me había cogido la mano y me la había acariciado, casi
inconscientemente, tranquilizándome. Uno de sus brazos rodeaba ahora mi
cintura, mientras que el otro seguía sujetándome la mano. Le miré, esperando
alguna reacción por su parte.
- Todo esa historia es muy
fuerte. Desde fuera nunca pensé que te pasara algo así. Sé lo duro que debe
haber sido para ti. Pero no tienes que estar mal. Sophie, también sé que te
habrán dicho esto miles de veces y que ninguna ha sido verdad, pero créeme
cuando yo te digo que todo va a estar bien. – me dijo, mirándome. – No hoy, ni
mañana, eso seguro. Pero lo estará.
Y no sé por qué motivo, le
creí. Le abracé, dejando que la última lágrima resbalara por mi mejilla. La
limpió con su pulgar y me dio un beso en la frente. Sabía como hacer sentir bien
a las personas.
- Creo que deberías
contárselo a tus amigas. – continuó diciendo. – Sabrán cómo ayudarte.
Asentí con la cabeza, sin
creer que acabara de contarle mi vida a Harry Edward Styles.
- Gracias por escucharme, de
verdad. No tendrías por qué haberlo hecho. Eres una persona increíble.
- Claro que tenía que
hacerlo. No soporto ver mal a la gente. – me cogió el móvil de las manos y
escribió en él, para después entregármelo con una sonrisa. – Y aquí está mi
número, por si vuelves a necesitarme.
Me reí, levantándome de la
cama. Volví a abrazarle y le
alboroté el pelo.
- Llévame a casa de Lauren. Tengo
que recoger mis cosas y además… Voy a contárselo todo a mis amigas. – estaba
decidida.
Me llevó de vuelta, y ese
camino en coche no pudo ser más distinto del de ida. Al principio íbamos
tranquilos, pero luego él conectó la radio. Cantamos a voz en grito las
canciones y nos reíamos sin parar. Sentía que me había quitado un gran peso de encima
al desahogarme, por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentirme
completamente bien.
Le besé en la mejilla con
cierta dificultad cuando paró delante de la casa de mi amiga. Me despedí y vi
cómo el coche de Harry desaparecía en la oscuridad. Comprobé la hora en mi
reloj. 22:11. Llamé al timbre, esperando ver a Lauren. Pero la persona que me
abrió no fue mi amiga. La persona que me abrió fue la que más me había ayudado
sin saberlo, a la que tanto le debía.
Kurt me sonrió desde el
umbral, invitándome a pasar.
diooos, me encanta!! yo ya se que harry styles es harry styles, pero yo si fuera ella, saldria con kurt (: me encantaaa SIGUIENTE :D
ResponderEliminarHe empezado a leer hoy el fanfic y ya me he enganchado, está genial ¿Podrías avisarme cuándo subieras más? Mi twitter es @Almmu3
ResponderEliminarrekgjdgjlkgj, no haces nada mal, chica. También escribes genial. Estos dos, juntos, lo presiento. Aunque mis presentimientos son bastante malos. Bueno, al grano, que un capítulo fantástico <3.
ResponderEliminarPor Dios, qué pasada... Que me encanta.. Ya lo sabes. Eres la mejor. Harry y Sophie, juntitos ¿eh? *-* Te quiero 4056.
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