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sábado, 16 de junio de 2012

Capítulo nueve


Intenté retener las lágrimas, pero éstas salieron sin ninguna dificultad, comenzando a resbalar por mis mejillas. Miré rápido a un lado y a otro. Nadie me prestaba atención. Seguían hablando de la partida de bolos, riéndose y decidiendo dónde comer. Me levanté del sillón en el que me encontraba y salí a la calle. Respiré hondo y me decidí a hablar.

- Mamá.
- Sophie, mi vida, ¿estás bien? ¿Cómo te va todo?
- Bien, bien. –respondí, sin pensar. Pero no era verdad. – Bueno, no. Todo es distinto. No hablo demasiado con papá. No hablo demasiado con nadie y… Y te echo de menos. – conseguí decirle, antes de que el llanto ahogara mi voz.
- No, cariño, no llores. Todo va a estar bien. Te lo prometo.
- Pero mientes, mamá, mientes. – mi pena se convirtió poco a poco en rabia. – Siempre dices que las cosas saldrán bien, pero eres la primera en huir cuando no es así.
- Me fui porque era lo mejor.
- ¿Lo mejor para quién?- comenzaba a enfadarme.
- Para tu padre. Para ti. Para mí. – me dijo, seria. - ¿No has pensado que esto también me está haciendo daño a mí? Necesitaba despejarme. Necesitaba cambiar de aires. Necesitaba ver a mis padres y hablar con ellos, Sophie.
- Pues yo necesito ver a mi madre. – por un momento, yo también volví a ser una niña de diez años a la que le acaban de quitar su muñeca. Una niña que sollo necesitaba un abrazo de su mamá.
- Y me vas a ver, cielo, pronto – me tranquilizó. – Todo por aquí va bien. La abuela te manda recuerdos. Hace frío, pero cada vez menos, se acerca el verano. Sigo trabajando como directora de mis tiendas, solo que lo hago desde aquí. Pero bueno, ¿qué tal tú?
- Me alegro. – y era verdad. Me alegraba de que estuviera bien, de que siguiera trabajando, de que hubiera decidido llamarme. – Yo estoy bien. He vuelto a comer. Sigo con mis amigas. En el colegio voy igual. – respondí de la forma más escueta posible, temiendo que volviera a fallarme la voz.
- ¿Cómo que has vuelto a comer? ¿Habías dejado de hacerlo? – estaba preocupada. Claro, ella no lo sabía.
- No te preocupes, ya estoy bien. – tome aire e hice la pregunta que más necesitaba hacerle. – ¿Por qué has tardado tanto en llamarme? – necesitaba escuchar su respuesta. O su excusa, al menos.
- Hasta ahora no me he visto con fuerzas… – lo dijo casi susurrando, pero en seguida cambió de tema. – Oye, tengo que colgar. Lo siento, hay muchas cosas que hacer por aquí. Te llamaré pronto, lo prometo. Te quiero, Sophie. – y sin más, colgó.

Me quedé un rato mirando al teléfono, repitiendo mentalmente toda la conversación. Me senté en un poyete de piedra e intenté tranquilizarme poniendo en orden mis ideas. Mi madre, que estaba en Bélgica, acababa de llamarme. Mi madre, que se fue sin avisar después del divorcio. Mi madre, a la que llevaba meses sin ver y sin oír. Sin poder evitarlo, las lágrimas volvieron a salir.

Decidiendo qué hacer a continuación, aun en la bolera.

- Entonces, ¿a dónde vamos a comer? – preguntó Louis por enésima vez.
- Al Friday’s. Venga, no me digáis que no os gusta ese sitio. – Zayn había propuesto siempre la misma opción.
- A mí me da igual el sitio, yo sólo quiero comer.
- Qué raro, Niall quiere comida. – Lauren seguía picándole.
- ¿Y si vamos a un asiático? – propuso Danielle, secundada por Eleanor y Liam.
- Vale, a ver, no hay acuerdo, votemos – propuso Zayn.
- Esperad, esperad. – interrumpí. - ¿Dónde está Sophie?
- Creo que salió a hablar por teléfono hace un rato – me respondió Alison.
- Voy a buscarla. Vosotros decidid y luego ya nos decís.
- Está bien, Harry. – Louis me asintió con la cabeza y siguió preguntando a los demás qué les apetecía hacer.

Salí de la bolera y busqué a Sophie con la mirada. Su pelo rubio debería haber sido fácil de reconocer, pero el hecho de que estaba oscureciendo me impedía ver bien. Escuché unos sollozos a mi izquierda y me giré, preocupado.
Allí estaba, sentada, con el pelo tapándole la cara. Me acerqué, despacio. Se dio cuenta de que no estaba sola y se apresuró a secarse las lágrimas antes de mirarme. Se sorprendió al verme, pero no dijo nada.
- ¿Está todo bien? – la respuesta era evidente, si lo estuviera, no lloraría, pero no encontré otra forma de iniciar la conversación.

En el poyete, observando a Harry

‘Sí, todo está perfectamente’, quise responder. Pero esas palabras se negaban a salir de mis labios y mis ojos enrojecidos me delataban. Ya no sabía si lloraba de tristeza por todo lo que me pasaba, de rabia por la cobardía de mi madre o de alegría por haber vuelto a hablar con ella. Me limité a negar con la cabeza en dirección a Harry, que se sentó a mi lado, sin mirarme.

- Oye, ¿quieres contármelo?
- No. – le dije. Pero me di cuenta de que sí que quería. De que necesitaba decirle a alguien lo mal que estaba, necesitaba que se sentaran conmigo a escucharme. Así que rectifiqué. – Bueno, sí. Sí, pero no aquí.
- Vale. Aviso a Louis de que te voy a llevar a casa y en seguida vuelvo.
No me dio tiempo a detenerle. Desapareció por la puerta de la bolera y en apenas un minuto, reapareció, sosteniendo en las manos las llaves de su coche.
- Vamos – me dijo.
- Pero no me lleves a mi casa. – le pedí, sin ponerme en pie.
- Claro que no. Eso es sólo lo que le he dicho a ellos. Te vienes a la nuestra. De todas formas, no van a volver hasta tarde. – me tendió una mano y la acepté.
Condujo durante unos diez minutos. Yo iba en silencio, a su lado, escuchándole tararear distraído las melodías de la radio, pero pronto la apagó. Organicé en mi mente el discurso que estaba a punto de darle a Harry. Ni siquiera sabía por qué motivo se lo iba a contar a él antes que a mis amigas, pero había algo en ese chico que me inspiraba confianza, algo que me decía que me entendería. Quizás porque sus padres también estaban divorciados. Quizás porque su música era la que me había ayudado a levantarme de nuevo. O quizás era una mezcla de todo.

Llegamos a su casa, aparcó, se bajó del coche y me abrió la puerta. Sonreí, tímida y le seguí hasta la casa. Abrió la puerta y me guió por el salón hacia unas escaleras, por las que subimos. Casi no me dio tiempo a admirar lo genial que era todo. Entramos en el que debía ser su cuarto. Se sentó sobre la colcha azul y me hizo un gesto para que me sentara a su lado. Lo hice y respiré hondo. ¿Por donde empezar? ‘Por el principio, siempre’. Abrí la boca para iniciar la historia, y me di cuenta de que no pararía hasta acabarla.

Le conté todo, desde que empezó. Las peleas de mis padres y los gritos, pero también los susurros, que eran los peores, porque ocultaban cosas. Le conté cómo me encerraba en mi cuarto cada vez que les escuchaba pelear. Cómo me ponía los cascos a todo volumen y huía de la realidad, cómo no quise darme cuenta de que mi familia se estaba destrozando. Creo que comencé a llorar cuando llegué a la parte en la que el abogado estaba en casa y vi a mi madre firmar los papeles. Y luego le conté cómo ella hizo la maleta y se fue. Le pregunté a dónde y me dijo que a vivir con sus padres. Al principio me pareció normal, hasta que recordé que mis abuelos maternos vivían en Bélgica. Harry me apretó la mano, pero yo seguí hablando. Diciéndole que cogí dinero y corrí a la calle a buscar un taxi. ‘Al aeropuerto’, le indiqué al taxista. Le conté que comenzó a llover justo cuando llegué. Que vi cómo mi madre tendía el equipaje a una mujer del mostrador. Que atravesó las puertas de embarque sin hacer caso a mis gritos, cada vez más desesperados. Que me acerqué cada vez más a ella y que antes que entrara, grité una última vez ‘mamá’ y ella se volvió. Sin ninguna expresión en el rostro. No me dijo nada. Como si no fuera su hija.
Y luego le hablé de que llegué a mi casa mojada, que me escocían los ojos y que lo odiaba todo. Odiaba mi familia, mi casa, a mi padre y a mi madre, a mis abuelos y a su casa de Bélgica. Odiaba la felicidad de mis amigas, ajenas a todo y que no tenían ni idea, y me distancié de ellas por eso. Odiaba ser incapaz de enfrentarme a la realidad y odiaba haber perdido el apetito.

- Y la música fue lo único que me salvó. – le dije, y era verdad. – Conseguí un trabajo en la tienda de discos de Kurt, el hermano de Lauren. – sonreí al nombrarle. Ese chico siempre me había gustado. – No me hizo preguntas y tampoco se lo contó a su hermana. Me distraía y gané el dinero suficiente para comprar la entrada de vuestro concierto. Por fin conseguí algo por mis propios métodos. Y volví a hablar con mis amigas, sin darles explicación de nada. Volví a hablar un poco con mi padre. – pensé un momento y rectifiqué – Muy poco.  Y hoy mi madre me ha llamado, después de pasarse cuatro meses ignorando mis mensajes y correos. Supongo que se me ha juntado todo.
Harry había estado todo el tiempo en silencio, prestándome atención. No me había interrumpido en ningún momento. Me había cogido la mano y me la había acariciado, casi inconscientemente, tranquilizándome. Uno de sus brazos rodeaba ahora mi cintura, mientras que el otro seguía sujetándome la mano. Le miré, esperando alguna reacción por su parte.
- Todo esa historia es muy fuerte. Desde fuera nunca pensé que te pasara algo así. Sé lo duro que debe haber sido para ti. Pero no tienes que estar mal. Sophie, también sé que te habrán dicho esto miles de veces y que ninguna ha sido verdad, pero créeme cuando yo te digo que todo va a estar bien. – me dijo, mirándome. – No hoy, ni mañana, eso seguro. Pero lo estará.

Y no sé por qué motivo, le creí. Le abracé, dejando que la última lágrima resbalara por mi mejilla. La limpió con su pulgar y me dio un beso en la frente. Sabía como hacer sentir bien a las personas.

- Creo que deberías contárselo a tus amigas. – continuó diciendo. – Sabrán cómo ayudarte.
Asentí con la cabeza, sin creer que acabara de contarle mi vida a Harry Edward Styles.
- Gracias por escucharme, de verdad. No tendrías por qué haberlo hecho. Eres una persona increíble.
- Claro que tenía que hacerlo. No soporto ver mal a la gente. – me cogió el móvil de las manos y escribió en él, para después entregármelo con una sonrisa. – Y aquí está mi número, por si vuelves a necesitarme.
Me reí, levantándome de la cama.  Volví a abrazarle y le alboroté el pelo.
- Llévame a casa de Lauren. Tengo que recoger mis cosas y además… Voy a contárselo todo a mis amigas. – estaba decidida.

Me llevó de vuelta, y ese camino en coche no pudo ser más distinto del de ida. Al principio íbamos tranquilos, pero luego él conectó la radio. Cantamos a voz en grito las canciones y nos reíamos sin parar. Sentía que me había quitado un gran peso de encima al desahogarme, por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentirme completamente bien.
Le besé en la mejilla con cierta dificultad cuando paró delante de la casa de mi amiga. Me despedí y vi cómo el coche de Harry desaparecía en la oscuridad. Comprobé la hora en mi reloj. 22:11. Llamé al timbre, esperando ver a Lauren. Pero la persona que me abrió no fue mi amiga. La persona que me abrió fue la que más me había ayudado sin saberlo, a la que tanto le debía.
Kurt me sonrió desde el umbral, invitándome a pasar.


4 comentarios:

  1. diooos, me encanta!! yo ya se que harry styles es harry styles, pero yo si fuera ella, saldria con kurt (: me encantaaa SIGUIENTE :D

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  2. He empezado a leer hoy el fanfic y ya me he enganchado, está genial ¿Podrías avisarme cuándo subieras más? Mi twitter es @Almmu3

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  3. rekgjdgjlkgj, no haces nada mal, chica. También escribes genial. Estos dos, juntos, lo presiento. Aunque mis presentimientos son bastante malos. Bueno, al grano, que un capítulo fantástico <3.

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  4. Por Dios, qué pasada... Que me encanta.. Ya lo sabes. Eres la mejor. Harry y Sophie, juntitos ¿eh? *-* Te quiero 4056.

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